16 de septiembre de 1810: quiebre y desarraigo
Resumen
Mérida ciudad de próceres, es decir, de mujeres y hombres que han configurado
con su quehacer, con su impronta civilizatoria, la fisonomía de la Polis ganada
para lo trascendental; para lo que perdura y se mantiene en el tiempo. A Mérida la
han eternizado sus figuras, que sin perder de vista su propia tierra y sus grandes
tradiciones culturales, han sabido proyectarla más allá de sus fronteras, hasta hacerla
grande, universal, reconocible en el ayer y en el ahora. Cuando estudiamos la
historia reciente de esta pequeña urbe, no podemos menos que regocijarnos al hallarla
posicionada desde siempre como uno de los polos de mayor atención en los
diversos órdenes del quehacer nacional. Aflora de inmediato el vocablo merideñidad,
como noción y como emblema, para erigirse así en medida, en tabula rasa,
que nos permite sopesar en toda su dimensión y complejidad socio-histórica, lo que
esta ciudad ha legado como patrimonio religioso, cultural, educativo, intelectual,
científico y político a las páginas más emblemáticas de la Venezuela posible. Esa
complejidad se ha traducido en tres grandes pilares: lo agrario, lo universitario y lo
religioso, que se han erigido a su vez en toda una densa trama que ha posibilitado el que en estas tierras se hayan dado a lo largo de los siglos, acontecimientos singulares
de diversa magnitud, que han dejado en el carácter y en la idiosincrasia de su
gente profunda huella.