La ciudad que yo viví
Resumen
A la Mérida que tanto amé y aquellos, sus veinte mil habitantes, con sus calles largas y limpias, sus tapiales, sus aguas de cristal, sus ríos impolutos, sus nieves eternas cubriendo rocas de acero, sus tejas; los helechos y sus hojas, sus bicicletas, sus mujeres hermosas en abundancia, sus piedras redondas veneradas por todos, … a sus trompos y cometas.
A los hombres de colores que labraron la tierra negra de estos paramos desde hace miles de años, con voluntad y sudor andino que no podremos re- emplazar jamás por nuevas sangres que jamás podrán llenar aquellas existencias.
A los recuerdos y querencias de los míos, que siguen siendo mi esperanza vieja, a mis nostalgias y añoranzas que evoco sin tiempo, a mis sangres amadas: de maestros, amigos que se fueron niños y a los niños vivos que ahora somos viejos, endulzando vidas; a las mujeres increíbles que Dios me dio el privilegio y la dicha de vivir y que me enseñaron vida con entrega y amor, irrepetible.